Biblia Viva

...la Biblia de Jerusalén

II Reyes 4, 9-42

9 Dijo ella a su marido: «Mira, sé que es un santo hombre de Dios que
siempre viene por casa.

10 Vamos a hacerle una pequeña alcoba de fábrica en la terraza y le
pondremos en ella una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y cuando
venga por casa, que se retire allí.»

11 Vino él en su día, se retiró a la habitación de arriba, y se acostó en

ella.

12 Dijo él a Guejazí su criado: «Llama a esta sunamita.» La llamó y

ella se detuvo ante él.

13 El dijo a su criado: «Dile: Te has tomado todos estos cuidados por
nosotros, ¿qué podemos hacer por ti?, ¿quieres que hablemos en tu favor al
rey o al jefe del ejército?» Ella dijo: «Vivo en medio de mi pueblo.»

14 Dijo él: «¿Qué podemos hacer por ella?» Respondió Guejazí: «Por
desgracia ella no tiene hijos y su marido es viejo.»

15 Dijo él: «Llámala.» La llamó y ella se detuvo a la entrada.


16 Dijo él: «Al año próximo, por este mismo tiempo, abrazarás un
hijo.» Dijo ella: «No, mi señor, hombre de Dios, no engañes a tu sierva.»

17 Concibió la mujer y dio a luz un niño en el tiempo que le
había
dicho Eliseo.

18 Creció el niño y un día se fue donde su padre junto a los segadores.
19 Dijo a su padre: «¡Mi cabeza, mi cabeza!» El padre dijo a un

criado: «Llévaselo a su madre.»

20 Lo tomó y lo llevó a su madre. Estuvo sobre las rodillas de
ella
hasta el mediodía y murió.

21 Subió y le acostó sobre el lecho del hombre de Dios, cerró tras el
niño y salió.

22 Llamó a su marido y le dijo: «Envíame uno de los criados con una
asna. Voy a salir donde el hombre de Dios y volveré.»

23 Dijo él: «¿Por qué vas donde él? No es hoy novilunio ni sábado.»
Pero ella dijo: «Paz.»

24 Hizo aparejar el asna y dijo a su criado: «Guía y anda, no me
detengas en el viaje hasta que yo te diga.»

25 Fue ella y llegó donde el hombre de Dios, al monte Carmelo.
Cuando el hombre de Dios la vio a lo lejos, dijo a su criado Guejazí: «Ahí
viene nuestra sunamita.

26 Así que corre a su encuentro y pregúntale: ¿Estás bien tú? ¿Está
bien tu marido? ¿Está bien el niño?» Ella respondió: «Bien.»

27 Llegó donde el hombre de Dios, al monte, y se abrazó a sus pies; se
acercó Guejazí para apartarla, pero el hombre de Dios dijo: «Déjala,
porque su alma está en amargura y Yahveh me lo ha ocultado y no me lo ha
manifestado.»

28 Ella dijo: «¿Acaso pedí un hijo a mi señor? ¿No te dije que no me
engañaras?»

29 Dijo a Guejazí: «Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y
vete; si te encuentras con alguien no le saludes, y si alguien te saluda no le
respondas, y pon mi bastón sobre la cara del niño.»

30 Pero la madre del niño dijo: «Vive Yahveh y vive tu alma, que no
te dejaré.» El pues, se levantó y se fue tras ella.

31 Guejazí había partido antes que ellos y había colocado el bastón
sobre la cara del niño, pero no tenía voz ni señales de vida, de modo que se
volvió a su encuentro y le manifestó: «El niño no se despierta.»

32 Llegó Eliseo a la casa; el niño muerto estaba acostado en su lecho.
33 Entró y cerró la puerta tras de ambos, y oró a Yahveh.

34 Subió luego y se acostó sobre el niño, y puso su boca sobre la boca
de él, sus ojos sobre los ojos, sus manos sobre las manos, se recostó sobre
él y la carne del niño entró en calor.

35 Se puso a caminar por la casa de un lado para otro, volvió a subir y
a recostarse sobre él hasta siete veces y el niño estornudó y abrió sus ojos.

36 Llamó a Guejazí y le dijo: «Llama a la sunamita.» La llamó y ella
llegó donde él. Dijo él: «Toma tu hijo.»


37 Entró ella y, cayendo a sus pies, se postró en tierra y salió
llevándose a su hijo.

38 Cuando Eliseo se volvió a Guilgal había hambre en el país. La
comunidad de los profetas estaba sentada ante él y dijo a su criado: «Toma
la olla grande y pon a cocer potaje para los profetas.»

39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas
comestibles;
encontró una viña silvestre y recogió una especie de calabazas
silvestres
hasta llenar su vestido; fue y las cortó en pedazos en la olla del potaje, pues
no sabía lo que era.

40 Lo sirvieron después para que comieran los hombres y, cuando
estaban comiendo, comenzaron a gritar diciendo: « ¡La muerte en la
olla,
hombre de Dios!» Y no pudieron comer.

41 El dijo: «Traedme harina», y la echó en la olla. Dijo: «Repartid
entre la gente.» Comieron y no había nada malo en la olla.

42 Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias
de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga; y dijo
Eliseo:

«Dáselo a la gente para que coman.»